Cuando ciencia y
poesía convergen en el mar de conexiones invisibles, surgen de las
probetas efigies cuyo reflejo especular desemboca en ríos de especulaciones. Sencilla
superposición mediante traslación, simetría fragmentada por cristales en
revolución. Solapamiento imperfecto, quiralidad. Dicotomía de la mano izquierda
con su enfrentada mano derecha. Antitética refracción de contornos libres.
Ahora bien, ante
la perfección de la esfera, el espejo y su reflejo son parejos. Del reflejo al
espectro no hay mucho trecho. Espectros atómicos, fantasmas acromáticos, duendes
polifacéticos e incluso demonios teológicos persiguen sombras envueltas en
tiniebla. Aparece como salida de la nada la figura del espín. Motín apagado,
tumulto acallado, movimiento cristalizado en un giro cuántico. Eventuales
proyecciones calculadas en momentos instantáneos. Instantes vectoriales que,
lejos de amputar la realidad abstracta, la devuelven en imagen espectacular.
Aquella que se revela manifiesta para no rebelarse contra la implosiva lógica,
armazón fragilísimo a pesar de su masa.
¿Habrá un GPS
para tanto razonamiento descarrilado?
Paradoja de la naturaleza: un mosquito puede matar a millones de personas. Y seguimos buscando entender la infinidad de conexiones de nuestro cerebro. La ciencia moderna y cartesiana se cita con la experiencia de la meditación. J. L.
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