jueves, 13 de junio de 2013

Borrón y cuenta nueva


Es época de exámenes y me toca evaluar las traducciones de mis alumnos. Es una tarea delicada y que exige mucha dedicación. Pero es sobre todo un ejercicio subjetivo por mucho que se intente objetivar la tarea. Suelo tener muchas expectativas que acaban arruinadas, en especial cuando se trata de convenciones formales. En realidad, lo que me agobia es tener que marcarles como si de vacuno se tratara. Tener entre mis manos tanto poder me asombra: puedo propulsarles a nuevas galaxias o hundirlos en un océano de dudas con un simple número. ¿Y si no levantan cabeza? Se asfixiarán inexorablemente en las aguas profundas y turbias de un mercado de trabajo exigente y exiguo. Les habré negado un futuro. 
¡Vaya coincidencia! Para relajarme he cogido el periódico y algo distraída he empezado a leer los titulares: 15 años de cárcel para un marido que mata a su mujer y a su hija. Otra vez esas cifras déspotas, avasalladoras y esclavizadoras. Prefiero la poesía de las cifras de las matemáticas puras. Detesto, y lo digo sin vacilar, las cifras de las estadísticas. Tan traidoras e hipócritas, como las palabras, aunque más fulleras por aparentar menos caóticas y más serias. Paso página. 19 años de reclusión para islamistas cuyo atentado  se quedó en aguas de borraja. Un intento fallido y 19 años. 
He levantado la cabeza y se me ha ocurrido una pregunta: ¿cuál sería la condena para aquel que roba dinero, mucho dinero, a un banco, por ejemplo? Ya se sabe que el cero es el número atribuido al banquero que roba. Seguirá cobrando millones, pero la sentencia será nula. 
Podría haberme sentido aliviada por no ser juez, sino simple profesora -y solo a ratos-, paradójicamente, me he sentido peor. Que no se me malinterprete. Mi estado anímico ha empeorado porque soy yo quien les tiendo las trampas y con los años los exámenes son más tendenciosos, más retorcidos, maquiavélicos. Los exámenes son, en cierto modo, mi propio espejo. ¿Espejo deformador o espejo fidedigno? Sea lo que sea vuelven las cifras con su cinismo y desmesura.
¿No habrá otra manera de valorar la pericia adquirida? Comprobar que el estudiante ha asimilado los conocimientos necesarios al ejercicio de una profesión no debería reducirse a un resultado cifrado. El examen es un instrumento ideado en China por la burocracia para elegir miembros de castas inferiores, eso fue un elemento fundamental para fomentar la estratificación social. Las calificaciones remontan, sin embargo, al siglo XIX en Occidente. El siglo donde arrancaron todos los principios sociales que aún siguen vigentes. Cuando se ve lo mal que nos está yendo, estoy convencida de que no estaría de más plantearnos alternativas.

Mañana, sin falta, reviso los exámenes.

1 comentario:

A vous de jouer... Les dés sont jetés.

La louve

Ecrivons sur la page Pendant que la mer dégage Si la mère enrage Elle effacera toutes les pages