La competición me fascina porque requiere una fuerza mental extraordinaria. Estar siempre al pie del cañón. Cañonazos fueron los disparos de Rafa, las pelotas rebotaron sobre la pista mojada como balas disparadas a una velocidad supersónica.
Un partido sin rivalidad. Se respiró en el aire húmedo mucho fair play. Dos hermanos jugando al tenis, eso sí, ambos con muchas ganas de ganar. David lo intentó todo, pero solo la lluvia podría haber parado los pies de Rafa.
Emocionante partido. Soy fan de Nadal, de su potencia, su humanidad, sus gritos y su arte. Nadal sobre la pista baila. Nada que ver con el elegante Federer, de arte templado y gestos agraciados. Rafa es una bomba.
Pero no estalla, destella por su presencia física y su relación tan prodigiosa con el suelo, la tierra.
Rafa se mueve pisando fuerte. Ágil como una pantera negra, se desenvuelve por la pista con firmeza teñida de sutilidad, impone a su contrincante un poli-ritmo inaguantable que agota el vigor. Aplasta a su rival con balas cargadas de impulso que gastan la energía desprendida por el adversario.
Eso es arte, maja. E. E.
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