viernes, 8 de marzo de 2013

Historia de floreros



No he sido nunca muy afín a las conmemoraciones, no sé por qué siempre tienen olor a rancio. Tampoco soy partidaria de salir a la calle en topless para repudiar las actuaciones de un tal Berlusconi. Sin embargo, al 8 de marzo le tengo un cariño especial. Tal vez porque sean varios los hechos que coincidieron sino en sincronía, en osadía. Los castigos infligidos a la mujer en el más allá (sea tiempo o espacio) son un testimonio del descarrío humano. Digo humano porque no creo que deba recaer toda la culpa sobre los hombros hercúleos de los hombres. Me refiero a las venganzas y revanchas femeninas: clímax de las sospechas alimentadas por el silencio del hombre, apogeo de la sumisión aguantada, orgasmo desazonado.

Decía que al 8 de marzo le tengo un apego particular. Ese día nació Maksim. Pero hay más, una mirada hacia atrás, una reflexión. El pasado vuelve desde el olvido. Su respiración, roce rosa sobre la piel, acerca las palabras del más allá. Sin rencor ni pudor, invita a avanzar con paso ligero y grácil de mujer: Elocuencia, Epopeyas, Meditación, Poesía, Música, Melodía, Comedia, Danza y Ciencia.





Entonces, y solo entonces, asaltan ese frágil sosiego dos palabras tajantes que se unen a la duda: "o madre o puta". ¿Y si se nos antojara cambiar de carril de vez en cuando?

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A vous de jouer... Les dés sont jetés.

La louve

Ecrivons sur la page Pendant que la mer dégage Si la mère enrage Elle effacera toutes les pages