martes, 10 de septiembre de 2013

RTMS



No hay seguridad absoluta, ni certeza absoluta, ni tampoco certidumbre absoluta, ni siquiera tiempo absoluto, cuando menos espacio absoluto, sólo hay azares que se cruzan, se tuercen, serpentean, se doblan, se rompen, irrumpen cuando estamos sosegados, la mente ausente, mirando por la ventanilla paisajes estáticos que vuelan a velocidades estrepitosas. Demasiada velocidad -¿única culpable?- excesivo rumbo jadeante, lanzado sobre raíles que hilvanan tierras lejanas de hierro. El tren, máquina de vapor que se esfuma en curvas salerosas y peligrosas, se ha quebrantado, rajado de sangre ajena, de lágrimas de horror, miradas cegadas por el sobresalto. 



Unas siglas, lenguaje del siglo XXI, sellan el destino de pasajeros inocentes. El tren deshumanizado por sistemas de seguridad relativa, la paradoja del tren -aquella que dio la vuelta al mundo-, ferrocarril descarrilado, hierro reventado por un impacto azaroso y desastroso. Desgracia es aquella que nunca da la cara, que se desviste a oscuras, pesadumbre que hunde, encontronazo de circunstancias penosas. Desgracia es aquella que despierta lo mejor del humano, su capacidad para unirse, con dolor, con-dolencias, una respiración que muere por desaliento, un tiempo que se detiene, un segundo que dura una eternidad. Solidaridad orientada hacia la marea humana, el mano a mano, codo con codo.

Suena a poco. Somos poca cosa, de carne y hueso, huesos tan frágiles, carne ensangrentada de vísceras que gritan con el miedo metido en las entrañas donde nadie lo ve. El impacto, el sufrimiento nacido del error confabulado con un futuro impredecible, el susto y luego el vocerío del dolor.

Del cráter despiadado de la fatalidad, sonrisas, miradas y susurros de ternura han sido arrebatados en un plácido viaje que, con el aleteo de un porvenir viciado, se ha tornado rabioso. Y eso da rabia, aunque no consiga borrar lo acontecido. Pero de los errores podemos sacar alguna lección: la tecnología suplanta al humano, la tecnología puntera mejora este viejo mundo gastado, la tecnología salva vidas, aunque su otra cara, la de la máscara que no se enseña, arrebata vidas. ¿Existe un equilibrio entre las vidas que escapan de la tormenta desatada por el infortunio y las vidas que quedan atrapadas en el tornado de los azarosos rendez-vous inapelables? Cuando el humano comete un error, la "Justicia" se encarga de hacerle pagar con privación de libertad o incluso privación de vida; solo así conseguiremos reparar los daños. Pero cuando la tecnología falla, no hay culpables, ni sanciones, ni chivos expiatorios, ni cabezas que ruedan por los (entre)suelos de la conciencia colectiva a mano de justicieros vengativos. Sólo queda la desgracia. Y punto

2 comentarios:

  1. No puedo ser feminista y decir que sufrimos más, los he visto sufrir y he hecho sufrir, hay veces que me pregunto si será mi propio karma el que pago, porque obvio no me la paso muy bien tampoco. Pero eso no me da puntos de ventaja siendo mujer, el sufrimiento y el dolor son de lo peor que existe, y no se lo deseo a nadie.
    El dolor es el dolor, lo es para un hombre y para una mujer, lo es para un perro que dejas abandonado, para un pajarito que le robas las plumas y le impides el vuelo, el dolor es feo e injusto para cualquier ser vivo, y ni tú ni nadie tiene derecho a hacer sufrir a un ser vivo, pero a veces pasa, lo haces y no puedes evitarlo.
    Sí puedo decir que no sufren igual pero en la “forma” no en la “cantidad” y creo que es el problema, nosotras esperamos que sufran igual o nos sentimos ofendidas porque no sienten lo mimso y esto no va a pasar porque son distintas formas de ver la vida y de ver el amor, y no puedes decir que sufren más o menos porque a todos nos han destrozado el corazón.
    Hablando de sufrir de amor, por amor o desamor, el sufrimiento creo que no se mide ni se puede clasificar, simplemente sientes que el pecho se te está abriendo de tanto dolor y no puedes hacer nada al respecto, más que sufrirlo para que pueda sanar, las mujeres somos especialistas en sufrir y sufrir en la misma herida, porque nuestra memoria y recuerdos nos traicionan, entonces sólo revives el sentimiento para hacer sangrar más la herida, maldita costumbre ¿no?
    Pero eso sí puedo decir de una mujer: una vez que por fin olvidas y se te cura el desamor ¡listo! diría que la mayoría de las mujeres lo superamos, en cuanto a los hombres no puedo decir ni garantizar nada porque también sufro de no entenderlos, y sólo sé que lo peor que puedes hacer es intentar entender algo que no tiene explicación para ti, ¿por qué? Porque eres mujer y es OTRO idioma, y como mi “no novio” dice, como tantos hombres dicen: “LAS MUJERES ESTÁN LOOOCAS LOOOOCAAAS”, entre locos y de otro planeta como lo son las mujeres y los hombres hay que quererse no decifrarse.

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    1. Un hombre y una mujer: un rompecabezas, pero sin un hombre, ni una mujer no hay vida. Ayer estuve con un muy buen amigo hablando de sus desamores. De sus desdicha ha aprendido a disfrutar con intensidad, pero se relame su herida como un gato. Creo que las mujeres somos más valientes a la hora de tomar decisiones, el hombre esconde su sensibilidad tras un armazón, caparazón sin desazón.
      He dejado a muchos hombres y siempre me sentí algo diferente, hasta que comprendí que la diferencia radicaba en una honradez hacia mis sentimientos. Siempre que me miro al espejo, sonrío, me sonrío porque aprendí a amarme. Desde entonces me divierto y nunca me siento obligada a dar explicaciones.
      Las mujeres no venimos de Venus, sino de la Luna... no hay gravedad, no hay desaires, ni tampoco abismos, ni tan siquiera deseos. Hay agua para perdonar y montañas para revivir.
      Un abrazo con ternura a una querida desconocida.

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A vous de jouer... Les dés sont jetés.

La louve

Ecrivons sur la page Pendant que la mer dégage Si la mère enrage Elle effacera toutes les pages