
El juego consiste en cazar con armas afiladas sin derramar sangre alguna. ¿Un juego limpio? Nada menos cierto. La lanza de la seducción es el flechazo que se dispara, su caldo de cultivo, la risa.
La seducción necesita del otro como espejo distorsionante. El otro es trofeo o presa. Más que una diversión placentera es un tira y afloja entre pulsiones, impulsos e ímpetus. Cuanta más resistencia oponga la presa, más tensión. De esa tensión nace el deseo insaciable que subyuga al cazador. A mayor resistencia, mayor tormento, acto de amor fallido, tango despiadado, pas de deux marcial. En contrapartida, la entrega sin resistencia es acto sacrificial, sentencia final.
Un cuerpo a cuerpo voluptuoso, una pugna venérea sin vencedores.
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A vous de jouer... Les dés sont jetés.